MARIA DEL MAR MAYO

PINTURAS/DIBUJOS/GRABADOS

domingo, 3 de noviembre de 2013

van juntos


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lunes, 5 de agosto de 2013

universo paralelo


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Formada en la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza), de donde egresa con los títulos de Licenciada en Artes Visuales y Profesora de Artes Visuales en el año 2005. María del Mar Mayo es una artista residente en Buenos Aires que ha realizado numerosas muestras en la ciudad de Buenos Aires y el interior del país: exposiciones colectivas en el Centro Cultural Casona de Avellaneda (Bs.As. 2011) X Salon de pequeño formato de Vicente Lopez (2011) Centro Cultural del Sur (Bs. As. 2010), Espacio BjÖrk (Bs. As. 2008), Barraca Vorticista (Bs. As. 2007/2006), Subsecretaría de Cultura de la provincia de Mendoza, (Mendoza 2006) Casa de Mendoza, (Bs. As. 2007), Biblioteca del Congreso de la Nación (Bs. As. 2005), Centro Cultural Recoleta (Bs. As. 2005). Muestras individuales en Mocca (Bs. As. 2008) y IV Encuentro Nacional de Expresiones Populares (Mendoza 2004), entre otras.

Charlas con mi mate

Charlas con mi mate

Charlas con mi mate

Por fin he logrado comprender lo que hace años me dijo Todd, mientras comíamos queso de cabra con vino casero en un bodegón de Hannia. Él miraba con añoranza el pequeño cutter de bandera Malaguina que acababa de venderle a un pescador cretense. Es hoy -comentó- el día más feliz de mi vida, para agregar, tanto como el día en que lo compré. Me dí cuenta que mis días como navegante solitario habían terminado, cuando hace exactamente una semana escuché fuera de la cabina mi propia risa. Con una actitud que le confería un carácter secreto a su próxima declaración, miró hacia ambos lados antes de confesarme -tengo la costumbre de hablar en voz alta conmigo mismo, pero nunca- y repitió -nunca me había escuchado fuera de mi mente-.

Yo también suelo entablar grandes charlas conmigo mismo, aunque en realidad son monólogos y las respuestas siempre están dentro mío, pero hoy me encuentro charlando con mi mate y digo literalmente charlando, ya que el mate me contesta. Una vez superado el estupor en el que quedé después de escucharlo me acostumbré a su compañía, creo ha llegado el momento en se hace necesario hablar de él, de mi mate digo, no es una calabaza cualquiera ni es enlozado, ni vaso, ni de baquelita, ni de asta, ni doble asa de aluminio ni siquiera cerámico, es un híbrido zoomorfo de metal y madera. Las largas patas con las que se sostiene sin dudas son de ave, tres dedos hacia delante y uno hacia atrás, estos son firmes pero sin uñas, a la mitad trasera de sus patas sobresalen unos espolones medio cilíndricos redondeados en sus extremos exteriores, por su color parecen piedras ojo de tigre, marrón amarillento con un degradé negruzco a modo de pupila, (en realidad creo que es por allí por donde el ve) su cuerpo se encuentra abruptamente cortado al medio, justo arriba de su panza, al nivel de sus alas que plagadas hacia atrás presionan las largas plumas de su cola, arriba, en ese faltante espacial, ahí donde debería proyectarse su esbelta figura y dándole terminación al truncado cuerpo está encastrado el mate de madera, la bombilla se prolonga a modo de cuello de ñandú; ¡pero no tiene cabeza¡. Lo tomo entre mis manos y lo observo detenidamente sin poder encontrar un lugar por donde pueda emitir sonido, pero habla y lo hace con voz puasada y amable, cariñosamente me trata de usted .

Su fisonomía me recuerda al pinchajeta de Cortázar. Pero ese al menos tenía una cara con la que miraba a su dueño por entre las patas insultándolo y dándole órdenes ( aunque sin llegar a agredirlo físicamente) aún así, al pinchajeta, era posible clasificarlo como una rara avis, pero avis al fín. Dudo que el artista que creo a mi mate sepa que a modo de un Pigmaleón cuyano, dio vida a un especimen que ingresará a la nómina del bestiario americano

No se si me sorprendió más, el hecho de que hablara, o de las cosas que me contaba. Relataba las historias como un locuaz testigo, había desarrollado la habilidad de soñar los sueños de otros, llegando al extremo de contar las experiencias ajenas en primera persona, sólo se mantenía en silencio cuando le echaba agua caliente dentro, o en los momentos en que a sorbos me deleitaba con sus amargos.

Sabía del Inca colonizador, del cacique Guaymallén, conocía historias de amor y muerte, pero mucho más le gustaba describirme los arroyos de agua cristalina, del bajo lleno de peces, o de los cientos de arguaribais y de cómo éstos estando su fruto maduro, teñían al ambiente de un tinte bermejo. Casi con amor fraternal me habla de un escultor que a golpes de martillo y al calor de la fragua fabrica belleza entre mugidos y durazneros. Me contó una vez de un poeta que al estar hipersensibilizado auditivamente podía escuchar a la distancia el aleteo de los colibríes o la rítmica marcha de las hormigas negras con su carga de palitos y hojas, incluso el inquietante sonido que producen los caracoles al deslizarse sobre las hojas de un malvón. En las noches de insomnio compartía conmigo sus crónicas de una Mendoza casi urbana.

Parecerá extraño pero las charlas con mi mate me hacen bien, las disfruto tanto como respirar el aire fresco en las mañanitas de Marzo o ver recortada sobre el fondo rojizo del atardecer la silueta azul del Tupungato. Con él compartíamos el perfume de los almendros y de las cepas en flor, la fragancia del jazmín de lluvia y el de la madreselva.

Ayer, cuando salí a ver el atardecer, Lucy brillaba en un cielo de mermelada, al escuchar mi risa dentro de la casa, supe que había llegado el momento de guardar en el baúl mi mate parlante.

Ramón Mayo

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